sábado, 3 de agosto de 2013

Blancanieves y los siete enanos fascistas - tercera y última parte


Con esta entrega, llega a su fin la apasionante historia de la proletaria Blancanieves poniendo coto a las peripecias que tuvo que atravesar para alcanzar la munimisión luego de haberse visto sometida por un sistema capitalista inherentemente opresivo y explotador. ¿Llegará a ver cumplido su sueño de habitar la tierra prometida del comunismo? Lean, pequeños proletarios, y se enterarán.

De la entrega anterior:

-No podemos ponerla bajo la negra tierra. E hicieron un ataúd de vidrio para que se la pudiera ver desde todos los ángulos, la pusieron adentro e inscribieron su nombre en letras de oro proclamando que era hija de un rey.  No podrían tener relaciones con ella, pero al menos podrían exhibirla como un objeto, y obtener, de ese modo, alguna ganancia. Luego expusieron el ataúd en la montaña. Uno de ellos permanecería siempre a su lado para cobrar entrada a quienes quisieran verla. Los animales también vinieron a llorarla: primero un mochuelo, luego un cuervo y más tarde una palomita.

Blancanieves permaneció mucho tiempo en el ataúd sin descomponerse, como si la hubiera tratado Alexei Ivanovich Abrikosov; al contrario, parecía dormir en su sarcófago al estilo del diseñado por el arquitecto Konstantin Melnikov (y no como uno diseñado por Nikolai Tomsky), ya que siempre estaba blanca como la nieve, roja como la sangre y sus cabellos eran negros como el ébano.
Blancanieves en su ataúd.
Ocurrió una vez que el hijo de un miembro del soviet supremo, fue por azar al bosque y se llegó a casa de los enanos a pasar la noche, creyendo que éstos, más allá de sus desviaciones sexuales eran, en el fondo, fieles a los principios comunistas de solidaridad con todos los trabajadores. En la montaña vio el ataúd con la hermosa Blancanieves en su interior y leyó lo que estaba escrito en letras de oro.
Entonces dijo a los enanos:
-Dénme ese ataúd; les daré lo que quieran a cambio, puesto que su plusvalor es prácticamente infinito.
-No lo daríamos por todo el oro del mundo -respondieron los enanos. La finada nos trae buenos recuerdos. Además, eso implicaría poner un valor monetario, y Blancanieves, al igual que los valores políticos que nos han sido inculcados desde nuestra más tierna infancia, no tiene precio. (Sabemos nosotros que hasta ese momento los enanos mentían descaradamente. Eran, después de todo, fascistas, pero frente a la pureza ideológica del hijo del miembro, no pudieron sino rendirse frente a la evidencia de la superioridad de la ideología comunista sobre todas las demás y cambiaron su visión del mundo y de la historia).
-En ese caso -replicó el hijo del miembro- regálenmelo pues no puedo vivir sin ver a Blancanieves. La honraré, la estimaré como a lo que más quiero en el mundo, esto es, como a las Veinte Verdades Leninistas.
Al oírlo hablar de este modo los enanos (ahora transformados en verdaderos hijos de la revolución) tuvieron piedad de él y le dieron el ataúd. La promesa del hijo del miembro del soviet supremo les parecieron dignas de un proletario. El hijo del miembro lo hizo llevar sobre las espaldas de sus servidores, cuasi esclavos proletarios de sus deseos (el sistema, en sus primeros años, aún no había podido sacudirse por completo el yugo feudal de las diferencias clasistas), pero sucedió que éstos tropezaron contra un arbusto y como consecuencia del sacudón el trozo de manzana envenenada que Blancanieves aún conservaba en su garganta fue despedido hacia afuera. Poco después abrió los ojos, levantó la tapa del ataúd y se irguió, resucitada. Sólo había estado atragantada.
-¡Yo misma soy una fábrica! (citando de memoria a su poeta favorito), ¿dónde estoy? -exclamó.
-Estás a mi lado -le dijo el hijo del miembro lleno de alegría.
Le contó lo que había pasado y le dijo:
-Te amo como a nadie en el mundo; ven conmigo a la dacha de mi padre; serás mi mujer.
Entonces Blancanieves comenzó a fingir cariño por él y se preparó la boda con gran pompa y magnificencia, pero guardando el respeto debido a la situación económica imperante entonces en el país. Después de todo, estar con un hijo del miembro era más descansado que siete enanos. Blancanieves sabía pasar sus afectos por el tamiz materialista de la evaluación objetiva de beneficios y perjuicios.
También fue invitada a la fiesta la madrastra criminal de Blancanieves. Después de vestirse con sus hermosos trajes fue ante el espejo y preguntó:
¡Espejito, espejito de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de esta región?
El espejo respondió:
La Reina es la más hermosa de este lugar. Pero la joven prometida del hijo del miembro lo es mucho más.
Entonces la mala mujer lanzó un juramento y tuvo tanto, tanto miedo, que no supo qué hacer. Al principio no quería ir de ningún modo a la boda. Pero no encontró reposo hasta no ver a la joven prometida.
La malvada reina pasmada frente a Blancanieves
Al entrar reconoció a Blancanieves y la angustia y el espanto que le produjo el descubrimiento la dejaron clavada al piso sin poder moverse.
Pero ya habían puesto zapatos de hierro sobre carbones encendidos y luego los colocaron delante de ella con tenazas. Se obligó a la bruja a entrar en esos zapatos incandescentes y a bailar hasta que le llegara la muerte.

Moraleja: todas las formas de explotación sobre el proletariado deben terminar, aunque para ello haya que destruir a los opresores, si se da el caso de no poder transformarlos. Esto también vale para el placer sexual, que en algunos casos puede ser un acto revolucionario y en otros casos, signo reaccionario pequeñoburgués.

Frantz Christian Fanandersen, para Máscara Blanca, Gregorio de Laferrere, Buenos Aires.